MEMORIAS...
Carlos Naranjo Páez, paisajista, caricaturista, nació en 1934 en la ciudad de Bogotá, quien con su amor enseñaba a aquellos estudiantes a apasionarse más por el arte. Por sus venas corría ese amor por el arte, un viajero que se deslumbraba con los detalles que la naturaleza le mostraba, pequeños detalles se convierten en algo significante, su arte era inexplicable, junto a su caballete y en su banco pequeño empezaba a trazar sus pinceladas que solo él comprendía y que con el paso ellos mismo iban adquiriendo su forma, matices de colores que los combinaba perfectamente. su imaginación corría a mil por hora convirtiéndose en un personaje notorio del paisaje colombiano, dejando una huella en sus óleos y acuarelas de aquel arte innato.
La Universidad del Tolima fue su casa y en ella sus últimos años, su trabajo muralista ha dejado huella, su emblemática pasión por el arte. Los años viejos, una alegoría carnavalesca sobre la costumbre popular de construir muñecos que resumen sus frustraciones y logros durante esos doce meses. Su mural a manera de parodia representa figuras sobre el alma mater, una simbiosis entre la academia, escenarios tradicionales del carnaval.
Ibagué y el Tolima se quedaron con este bonachón, amable, quién no perdía su oportunidad de poner apodos a aquellos familiares o personas a los cuales ya les tenía confianza, en los recuerdos quedan sus dulces acordes, cantando “aguacate” un domingo, junto a sus nietos orientándolos con su arte, el amor hacía sus nietos era cada vez más grande, se reflejaba cuando jugaba con ellos, sus inolvidables comidas en las tardes, sus antojos por helados o su arroz chino junto a una coca cola, quien no desaprovechó ninguna oportunidad por brindar una “pola” y que muchas veces alardeaba, una pola antes del almuerzo como aperitivo, dos antes de la comida como diurético y a veces en la noche para compartir con la familia o para calmar su sed.